La toma de apuntes sigue siendo un factor importante en el rendimiento académico; permite afianzar el conocimiento y lograr una mayor comprensión de lo que se escucha y lee.
Por Paola Celi. 21 julio, 2025. Publicado en El Peruano el 19 de julio de 2025Una de mis clásicas estrategias para calmar a mis estudiantes universitarios (de los primeros ciclos) cuando están muy inquietos, conversan en voz alta y no prestan atención a la clase, es hacer que escriban a mano. Les entrego un texto, que siempre llevo conmigo, y les pido que lo transcriban en su cuaderno. Desde luego que les parece un castigo insufrible (y, en parte, sí es un castigo), pero el objetivo real es que encuentren la calma mediante la escritura.
En las aulas cada vez se usa menos la escritura a mano. Los alumnos suelen tomar foto a absolutamente todo: a las diapositivas (aunque las tengan a su disposición), a los apuntes de la pizarra y a ellos mismos. Los apuntes en los cuadernos van quedando en el olvido. Hace poco, recibí de regalo una postal de un exalumno que estuvo de intercambio en Francia; leer su dedicatoria escrita a mano hizo más significativo el mensaje. Pero, ¿hay algo más en este tipo de escritura que su valor sentimental?
Antes de los celulares, la principal actividad de escritura de un estudiante era la toma de apuntes; esa era la única evidencia de la clase a la que había asistido (aparte de los libros recomendados por los maestros). No obstante, aún en esta era predominantemente tecnológica, la toma de apuntes sigue siendo un factor importante en el rendimiento académico: «Tomar notas a mano integra la información visual, propioceptiva y háptica, la memoria de trabajo y la información motora. Escribir a mano para tomar apuntes permite afianzar el conocimiento y lograr una mayor comprensión de lo que se escucha o lee» (Gamboa, 2023).
Los alumnos que tienen anotaciones pertinentes en sus cuadernos pueden repasar fácilmente lo aprendido en la clase anterior, antes de ir a la siguiente; y suelen estar más enterados de la progresión del curso, de las evaluaciones y, en general, de las indicaciones del profesor. Y, ¿es lo mismo tomar las notas a mano que con algún aparato electrónico? Al respecto, el Academic Resource Center de Harvard afirma: «Tomar notas en la computadora es cómodo, pero tenga en cuenta que las investigaciones han demostrado, para quienes pueden hacerlo, que aprendemos mejor cuando escribimos a mano. Al escribir a mano, transcribimos menos e interpretamos más. En otras palabras, no escribimos las palabras del instructor textualmente, sino que expresamos los conceptos con nuestras propias palabras, lo que indica que el aprendizaje ya está en marcha».
La necesidad de estar atento para ir interpretando lo que se escucha e ir decidiendo lo que se escribe tiene otra gran ventaja: exige atención y concentración. Un estudiante que sabe que tiene las diapositivas del curso y que, de una u otra forma, puede encontrar un video de YouTube sobre lo que dijo el maestro se desconecta totalmente de la clase. En consecuencia, pierde la valiosa oportunidad de interactuar, de entrar en la discusión académica y de compartir sus ideas.
Esa falta de atención y concentración también está ligada al constante estímulo del uso del celular, un aparato que nos mantiene alerta a las notificaciones, pero que nos aleja de experiencias más profundas y pausadas como el aprendizaje (razón por la que algunos sistemas educativos ya lo prohíben en el colegio). En mi aula, descubrí que ese tiempo de 5 minutos en que los alumnos escriben a mano (nunca los obligo a escribir el texto completo), constituyen, en realidad, minutos de descanso para todos, por dos razones: el silencio que reina en el aula mientras ellos escriben y por su desconexión del celular.
Los descansos son muy efectivos en el proceso de aprendizaje: «Los descansos mentales ayudan a los niños a recuperar la atención, mejorar el aprendizaje y fomentar la creatividad» (Brainfacts.org). Si se toma en cuenta, además, que la atención de los estudiantes va disminuyendo a partir de los 10 minutos, se debería considerar la escritura a mano durante un lapso corto, como una actividad de ocio en las aulas, de modo que le permita al alumno apaciguar su mente para volver a conectar con el profesor.
En resumen, la evidencia científica está del lado de los maestros que facilitamos la escritura a mano en clase y fomentamos la toma de apuntes. Estas acciones integran la percepción, las funciones motoras y la metacognición, y facilitan la atención, la memoria y los descansos mentales. En un lenguaje más en tendencia: la escritura mano es prácticamente un “detox” cerebral que favorecerá el aprendizaje de los alumnos, especialmente de los adolescentes y de los jóvenes.








